2 de marzo de 2015

Capitanes intrépidos (1937)

Antes de nada, antes de empezar a contaros algo sobre la película, tengo que pediros algo: no sintáis rechazo hacia ella por el mero hecho de ser antigua, dejad de lado los prejuicios que podáis tener por este motivo, ya que no os traería algo que no mereciera la pena de verdad. Sólo unas pocas películas de la década de los 30 han pasado la criba necesaria para pensar que son merecedoras de ser recomendadas, y esta es una de ellas.

Por si sirve de aliciente, os diré que está dirigida por Victor Fleming... y vosotros pensaréis, ¿y quién es ese? pues alguien que unos años después, en 1939, rodaría un par de películas que puede que os suenen de algo: por un lado, El mago de Oz con una maravillosa Judy Garland, que interpreta una de las canciones que han pasado a la historia del cine; por otro lado, la película de mayor duración en ganar el Óscar a mejor película con sus 234 minutacos, todo un clásico del cine, Lo que el viento se llevó, ganadora de 8 de las 13 nominaciones a las que optaba, entre ellas mejor película y actriz protagonista.

Pero no es recomendable verla por futuras obras del director. Está basada en la novela homónima de Rudyard Kipling, y protagonizada por un genial Spencer Tracy, cuya actuación le valió el reconocimiento por parte de La Academia recibiendo el Óscar a mejor actor.

Entrando en materia, la película se centra en Harvey Cheyne (Freddie Bartholomew) un niño rico de 10 años, malcriado y prepotente, que cree que todo en la vida se puede comprar con dinero, cuyo padre es un afamado hombre de negocios con demasiados compromisos que atender que le impiden prestarle al chico la atención que necesita. Por este motivo, el padre decide hacer un viaje a Europa para recomponer lazos perdidos con su hijo. Sin embargo, durante el viaje, Harvey cae al mar sin que nadie se percate de ello. Afortunadamente para él, un pescador portugués, Manuel Fidello (Spencer Tracy), repara en su presencia y lo rescata de las frías aguas atlánticas, llevándolo al barco pesquero en el que trabaja.

Harvey, acostumbrado a tener a todo el mundo a sus pies, comprenderá que las directrices sobre las que se basa su pequeño mundo de soberanía no tendrán ningún valor en este pequeño barco de pesca de bacalao. No solo eso, sino que además el barco no regresará a tierra en los próximos tres meses, al encontrarse en temporada alta de pesca. Manuel quedará a cargo de Harvey, al haber sido él quien lo había encontrado en el mar, convirtiéndose en un tutor que debe enseñar respeto al chiquillo, enseñarle que si quiere algo debe ganárselo con sus propias manos. 



De este modo presenciaremos toda una lección de valores, la evolución de un chico arrogante que alcanza la madurez como persona en alta mar, aprendiendo lo que es la amistad y la humildad, el trabajo duro y las consecuencias que pueden traer sus errores. Simplemente mágicas son las escenas en las que vemos a Manuel y Harvey, se nota que hay química entre ambos actores.

Además de las geniales actuaciones tanto de los personajes principales como de los secundarios, y las historias personales que ocurren entre ellos, esta película también nos ayudará a entender como era la vida de los pescadores tradicionales antes de que hubiera tanta mecanización.

Espero haberos dado argumentos suficientes para que os animéis a ver esta hermosa película, estoy seguro de que no os arrepentiréis.

Publicado originalmente en Crónicas de Valhalla

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